26/08/2023
Hoy en día, subir a un automóvil y encender la radio o reproducir música desde nuestro teléfono parece algo totalmente natural, una parte intrínseca de la experiencia de conducir o viajar. Es difícil imaginar un coche moderno sin un sistema de audio integrado. Sin embargo, el camino para tener sonido en movimiento dentro de un vehículo fue largo y estuvo lleno de desafíos técnicos, reticencia social e importantes innovaciones. Lo que comenzó como un experimento voluminoso y costoso se transformó con el tiempo en los sofisticados sistemas de infoentretenimiento que conocemos, cambiando para siempre la experiencia de viajar.

Los primeros intentos de llevar la radio al coche se remontan a principios de la década de 1920, una época en la que la radiodifusión a gran escala apenas estaba naciendo y se convertía rápidamente en una fuente principal de entretenimiento e información en los hogares. La idea de tener esta comodidad en el automóvil surgió casi de inmediato. Fue en 1922 cuando Chevrolet ofreció por primera vez la radio como una opción en uno de sus modelos, utilizando una unidad fabricada por Westinghouse. No obstante, esta característica no fue popular de inmediato. Los primeros sistemas eran costosos y la tecnología aún estaba en pañales para el entorno del automóvil.
De hecho, en la década de 1930, la presencia de radios en los coches generó debate. Se propusieron leyes en lugares como Massachusetts y Missouri para prohibir las radios en los automóviles, argumentando que eran una distracción peligrosa para los conductores, desviando su atención de la carretera. Una encuesta realizada en 1934 reveló que un sorprendente 56% de las personas pensaba que la radio en el coche era, efectivamente, una distracción peligrosa. A pesar de esta resistencia inicial y las preocupaciones sobre la seguridad, la demanda de entretenimiento en el coche persistió y la tecnología continuó evolucionando para volverse más segura y funcional.
La invención fundamental que hizo posible la radio, tanto en casa como en el coche, fue el tubo de vacío. Lee de Forest, un inventor estadounidense, a menudo apodado el "Padre de la Radio" por sus contribuciones, demostró su invención en 1904. Sin embargo, integrar esta tecnología en un entorno tan desafiante y en constante movimiento como un automóvil presentó serios obstáculos técnicos. Las primeras radios para vehículos eran aparatos enormes, pesados y voluminosos. No se parecían en nada a los dispositivos compactos que conocemos hoy. Generalmente consistían en una caja de hojalata que contenía el receptor de audio y el mecanismo de sintonización, acompañada de una segunda caja separada para el altavoz. Además, requerían varias baterías grandes y una antena que a menudo era simplemente un largo trozo de cable extendido. Todo este equipo, que en ocasiones se metía en lo que parecía una gran maleta de madera para hacerlo "portátil", era difícil de instalar, ocupaba mucho espacio y, paradójicamente, el propio equipo voluminoso a menudo bloqueaba la recepción clara de las débiles señales de las torres de radio de la época.
La alimentación eléctrica también era un problema complejo. La batería de 6 voltios del coche de la época se utilizaba para calentar los filamentos de los tubos de la radio, pero la radio necesitaba un voltaje diferente para sus placas (ánodos), lo que a menudo requería una caja separada para ello, añadiendo más volumen y complejidad al sistema. La constante vibración, los golpes en la carretera y los cambios de temperatura drásticos en un automóvil no eran el entorno ideal para la delicada tecnología de tubos de vacío, lo que llevaba a fallos frecuentes. Afortunadamente, la mejora continua de los tubos de vacío y, más tarde, la transición a la tecnología de transistores (aunque el texto no lo menciona explícitamente, es la evolución lógica que permitió la miniaturización y la robustez), ayudaron a resolver muchos de estos problemas, haciendo las radios para coche más pequeñas, más fiables, más fáciles de usar y mejorando significativamente la calidad del audio y la recepción.
El punto de inflexión para la radio en el automóvil llegó con la producción en masa. El 26 de septiembre de 1928, la Galvin Manufacturing Corporation, con sede en Chicago, Illinois, comenzó sus operaciones de producción. Solo dos años después, en 1930, esta misma compañía introdujo su radio para automóvil Motorola. Esta unidad es ampliamente considerada por la mayoría de los expertos como la primera radio comercial exitosa para automóviles producida en masa y puesta a la venta. El nombre "Motorola" surgió de la combinación de "motor" (que evoca movimiento) con "Victrola", un conocido fabricante de fonógrafos de la época, sugiriendo así "sonido en movimiento" o "música en el coche". Aunque agregar una radio Motorola a un nuevo Ford Modelo T en 1930 significaba un aumento considerable en el precio, aproximadamente un 20% más caro, lo que la convertía en un artículo de lujo accesible solo para unos pocos, la demanda existía y la tecnología siguió avanzando rápidamente. La introducción de características como la sintonización por botón preestablecido hizo que las radios fueran más convenientes y fáciles de usar mientras se conducía, ayudando a superar parte de la resistencia inicial.
A pesar de los desafíos económicos de la Gran Depresión en la década de 1930, la radio continuó ganando terreno como una fuente indispensable de noticias y entretenimiento. Para 1946, al comienzo del período de posguerra, la instalación de radios en fábrica se había vuelto común, y se estima que alrededor de nueve millones de automóviles ya tenían una radio instalada. La tecnología siguió mejorando, y las unidades principales (head units), que son la parte central del sistema de audio del coche que aloja los controles y el sintonizador, se hicieron más pequeñas, más integradas y con mejores diseños. El tamaño de estas unidades, a menudo estandarizado en formatos como 1DIN o 2DIN (siendo DIN un acrónimo de la empresa alemana Deutsches Institut fur Normung que estableció estos estándares de tamaño), dependía del espacio disponible en la consola central del coche. En la década de 1940, muchos de estos aparatos adoptaron el estilo Art Déco para armonizar con los interiores elegantes y aerodinámicos de los coches de la época. Para 1963, la radio en el coche ya no era un lujo raro, ya que más de la mitad de todos los coches que circulaban en Estados Unidos ya contaban con una radio de fábrica o instalada posteriormente, consolidando su estatus como un accesorio esencial del automóvil moderno.
Mientras que la radio AM dominó las ondas durante décadas, siendo la principal fuente de noticias, música y entretenimiento, una importante innovación estaba en camino para elevar la calidad del audio en el automóvil: la radio FM. La frecuencia modulada (FM) fue inventada por Edwin Armstrong en la década de 1930 y ofrecía una calidad de sonido muy superior a la amplitud modulada (AM), con un rango dinámico más amplio, menos estática e interferencias, haciendo posible una experiencia auditiva más limpia, clara y rica, especialmente para la música. Sin embargo, su llegada a los coches tardó un tiempo debido a la necesidad de adaptar la tecnología y construir la infraestructura de transmisión. Fue finalmente en 1952 cuando el primer autorradio con receptor de FM integrado fue lanzado al mercado. Esto marcó el inicio de una nueva era para la fidelidad del sonido en los vehículos, permitiendo a los audiófilos disfrutar de una calidad de audio mucho mejor en sus desplazamientos, aunque la transición completa de AM a FM como el formato principal en el coche para la mayoría de los oyentes llevaría años. Un año después de la introducción de la FM en el coche, en 1953, se introdujo otra característica importante: la primera radio con una función de búsqueda automática de emisoras completamente funcional, lo que facilitaba enormemente encontrar y sintonizar emisoras sin tener que ajustar manualmente el dial con precisión mientras se conducía.
La década de 1950 también vio algunos experimentos curiosos y audaces por parte de los fabricantes de automóviles para ofrecer más opciones de entretenimiento. Un ejemplo notable fue Chrysler, que decidió experimentar vendiendo coches con tocadiscos integrados como parte del sistema de entretenimiento en el coche. Estos sistemas utilizaban discos de vinilo de 7 pulgadas con surcos más finos para resistir mejor los saltos, pero la idea no prosperó a largo plazo debido a la fragilidad de los discos y la sensibilidad del tocadiscos a las condiciones de la carretera. Sin embargo, la idea de tener formatos de audio pregrabado en el coche persistió y llevó a la adopción de nuevas tecnologías de grabación en las décadas siguientes.
Los años 60 fueron testigos de dos avances tecnológicos importantes en el audio del coche que competirían ferozmente por el mercado de los formatos de audio pregrabado. Por un lado, General Motors y Ford, dos gigantes de la industria automotriz, se asociaron con Motorola para crear el casete Super 8 (más conocido popularmente como 8-track) y comenzaron a instalar reproductores de 8-track directamente en sus coches de fábrica, aprovechando su enorme influencia en la industria. Casi al mismo tiempo, en 1964, Philips introdujo el casete compacto, un formato más pequeño, más conveniente y que, desde el principio, ofrecía una mejor calidad de sonido y mayor durabilidad que el 8-track. A pesar de las ventajas técnicas del casete compacto, la fuerte alianza entre los principales fabricantes de automóviles y Motorola hizo que los reproductores de 8-track continuaran instalándose en una gran cantidad de coches nuevos hasta bien entrada la década de 1970, demorando la adopción masiva del casete compacto, que finalmente se impondría.
Los años 70 fueron una época de grandes avances y consolidación para los sistemas de audio automotriz. Los reproductores de casete compacto finalmente tomaron el control del mercado, superando al 8-track y convirtiéndose en el formato dominante para la música pregrabada en el coche durante más de una década. La tecnología de amplificación también evolucionó significativamente; los voluminosos y calientes amplificadores basados en tubos de vacío fueron reemplazados por modelos más pequeños, eficientes y fiables basados en semiconductores (transistores), que ofrecían mejor calidad de sonido y requerían menos energía. Compañías especializadas en audio, como Pioneer, se destacaron en esta década, comenzando a vender sistemas completos para coches que ofrecían una calidad de sonido casi comparable a la de los sistemas estéreo domésticos de alta fidelidad de la época. Un ejemplo notable fue el Supertuner de Pioneer, que combinaba un reproductor de casete de alta calidad con un sintonizador de radio FM de excelente recepción, permitiendo a los conductores disfrutar tanto de sus cintas como de la radio con una calidad de audio significativamente mejorada, sentando las bases para los sistemas de audio de alto rendimiento en el coche.
La innovación en el estéreo para coche continuó a ritmo acelerado en la década de 1980, impulsada por la revolución digital. Pioneer volvió a ser pionera al introducir el primer reproductor de disco compacto (CD) para automóviles en 1984. La calidad de sonido del CD era muy superior a la de los casetes, ofreciendo audio digital limpio y nítido, libre de los ruidos de cinta, la fluctuación (wow and flutter) y el desgaste físico inherentes a los formatos analógicos. Sin embargo, los reproductores de CD en el coche eran inicialmente muy caros y la disponibilidad de música en CD para el coche era limitada, por lo que no alcanzaron una popularidad generalizada hasta la década de 1990. Los años 80 también vieron rápidos avances en la tecnología de altavoces y el procesamiento de sonido. Los sistemas con múltiples altavoces (cuatro, seis o más) se volvieron populares, permitiendo crear entornos acústicos más envolventes y equilibrados dentro del habitáculo. Las configuraciones de audio de gama alta para automóviles comenzaron a rivalizar seriamente con los mejores sistemas domésticos, con colaboraciones notables como la de la división Delco de General Motors con Bose para crear un sistema de sonido premium diseñado específicamente para la acústica de los interiores de los vehículos de lujo de GM en ese momento, incluyendo modelos como Corvette, Cadillac, Oldsmobile y Buick, elevando las expectativas sobre lo que era posible en cuanto a calidad de sonido en el coche.
La popularidad de los reproductores de CD en el coche se disparó en la década de 1990, convirtiéndose en el formato dominante para la música pregrabada. Esto se debió en gran parte a la maduración de la tecnología y, crucialmente, a la llegada de los cambiadores de CD. Estos dispositivos permitían cargar múltiples CDs, a menudo hasta 6, 10 o incluso 18 discos, en un cargador remoto (ubicado convenientemente en el maletero o bajo el asiento) que se controlaba completamente desde la unidad principal en el salpicadero. Esto permitía a los conductores tener horas de música a su disposición y seleccionar una banda sonora personalizada para viajes largos sin tener que cambiar de disco constantemente, una gran mejora en comodidad y seguridad. Sony intentó competir con el CD lanzando el Minidisc en 1992, un formato digital más pequeño y supuestamente más robusto y portátil, pero este formato nunca caló entre los consumidores para su uso en el coche frente a la creciente popularidad y el menor coste del CD.
El nuevo milenio trajo consigo dos grandes avances tecnológicos que transformaron fundamentalmente los sistemas de audio del coche y la experiencia al volante más allá de la simple reproducción de audio: la tecnología GPS y el Bluetooth. La tecnología GPS permitió añadir sistemas de navegación integrados y precisos a los sistemas de entretenimiento del coche, lo que a su vez requirió la incorporación de pantallas más grandes y a color en el salpicadero para mostrar mapas e información. Pronto, los sistemas que combinaban audio, navegación y otras funciones (denominados sistemas de infoentretenimiento, un término que combina información y entretenimiento) se convirtieron en una parte central y prominente del diseño interior del coche, integrándose visual y funcionalmente con el resto de los controles del vehículo. El Bluetooth, por otro lado, revolucionó la conectividad inalámbrica en el coche. Permitió a los conductores realizar y recibir llamadas telefónicas con manos libres a través del sistema de audio del coche, una característica importante para la seguridad y la conveniencia. Al mismo tiempo, con el auge de los reproductores de música digital portátiles (como los iPods) y más tarde los teléfonos inteligentes, el Bluetooth permitió transmitir música de forma inalámbrica desde estos dispositivos al estéreo del coche, eliminando la necesidad de cables y adaptadores engorrosos y haciendo la conexión mucho más sencilla y fluida.
A partir de 2020 y en adelante, el panorama del audio en el coche sigue evolucionando a un ritmo rápido, influenciado por los cambios en la forma en que consumimos medios digitales. El aumento del trabajo a distancia, que reduce los desplazamientos diarios para algunos, junto con el uso generalizado de los teléfonos inteligentes como fuente principal de información y entretenimiento, han cambiado significativamente lo que y cómo escuchamos en el coche. La popularidad de las estaciones de radio tradicionales, aunque todavía presentes y relevantes para noticias locales y tráfico, ha disminuido en favor de podcasts, audiolibros y servicios de transmisión de música bajo demanda a través de aplicaciones en el teléfono (como Spotify, Apple Music, etc.). Los sistemas de infoentretenimiento de fábrica continúan avanzando, volviéndose más complejos, más integrados con el vehículo y con pantallas táctiles más grandes y sensibles. Las capacidades de integración profunda con teléfonos inteligentes (como Apple CarPlay y Android Auto, aunque el texto no los nombra explícitamente, son ejemplos clave de esta tendencia) se han vuelto casi obligatorias. Estos sistemas también se integran cada vez más con sistemas de telemática para ayudar a los conductores a monitorizar el diagnóstico del vehículo, acceder a servicios conectados y controlar otras funciones del coche desde una interfaz centralizada. A pesar de la creciente complejidad y las características avanzadas de los sistemas de fábrica, el mercado de accesorios (aftermarket) y las soluciones de bricolaje (DIY) para el audio del coche siguen floreciendo. Muchas personas optan por actualizar coches más antiguos con tecnología moderna del mercado secundario, como estéreos con Bluetooth integrado para streaming y llamadas, pantallas táctiles para infoentretenimiento y la adición de cámaras de marcha atrás, demostrando que la personalización y mejora del audio en el coche sigue siendo una prioridad para muchos entusiastas y propietarios. La banda sonora de nuestros viajes, desde aquellos primeros y ruidosos receptores de AM de tubo de vacío hasta los sistemas de transmisión digital de alta fidelidad y las interfaces de infoentretenimiento conectadas de hoy, sigue adaptándose a las nuevas tecnologías y a las cambiantes formas en que consumimos contenido de audio, prometiendo continuar su evolución en el futuro.
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